¡JESÚS... EL NAZARENO!

Hace 2,000 años llegó para traer un mensaje de paz al mundo, un mensaje de amor, de fe, de alegría y de esperanza.

Se dice que tenía 1.80 m. de talla, de contextura más o menos delgada, tez trigueña, cabellos casi ensortijados, ojos, color miel... principales características de los judíos.

Vestía sandalias de cuero, para todo andar, túnica blanca y roja y siempre hacía largas caminatas, llevando a todos la palabra de su padre, la palabra sagrada que nos salvaría del pecado.

Muchos lo seguían y se maravillaban de su manera dulce de hablar, de su amor por los niños, de su carisma para ayudar a los demás, pero jamás faltaron los detractores, como los hay hasta hoy en todo el mundo, detractores que no creyeron en sus palabras y que no pararon hasta matarlo.

 Sufrió el castigo físico más cruel, que se haya visto jamás, incontables latigazos, laceraban su piel, la sangre se impregnaba en sus roídas ropas, que fueron jaladas y rotas a tirones por los soldados  romanos, escupían en su cara, se burlaban de él, su rostro tenía lágrimas de sangre, por la corona de espinas que le clavaron, como quien lo hace con clavos de acero.

Sufrió la herida punzante de una lanza, en el costado de su cuerpo, donde después la llenaron de vinagre, causándole gran dolor.
 

Pero él, seguía adelante, firme en sus convicciones, cargando el duro madero que es la cruz de nuestros pecados... no se escuchaba ni un quejido, ningún lamento y muchas veces caía de rodillas por el cansancio, que poco a poco debilitaba más, su golpeado cuerpo.

Iba camino al calvario para ser crucificado  y cuando recuerdo su dolor, me gustaría retroceder en el tiempo y estar ahí, para ayudarlo, brindarle agua y limpiar sus heridas... y talvés decirle, que el mundo cambió, pero no... el mundo sigue igual!.

No le hacía daño a nadie, cómo podía ser, que en este mundo cruel, se pierda la fe y la esperanza?.

Cómo podía ser, que los demás no creyeran en él?, si lo único que hacía era compartir su verdad, esa verdad que nos llevaría a la vida eterna, esa verdad, de ser el hijo primogénito de Dios, creador de todas las cosas y artífice de que estemos aquí.

Cómo podía ser, que mostrase su cuerpo desnudo, en lo alto de un cerro, con los brazos abiertos, vulnerable, moribundo... y me pregunto, qué hago yo, por este mundo, qué hago yo, por los demás, qué hago yo, por mí familia... que hagó yo, para ser un mejor ser humano... qué hago yo, por él, que entregó su vida para salvarnos del pecado?.

 Ese hombre del que les hablo es JESÚS EL NAZARENO..., REY DE LOS JUDÍOS, título que le dio PILATOS, en la cruz, título que cambiaría, por el de:

           

                              ¡REY DE AMOR, REY DE PAZ, REY DE TODA LA HUMANIDAD!.

Ese hombre, te ama en espíritu y en verdad.

Ese hombre, siempre intercede ante su padre por tí, por mí y por todos aquellos que aún no le conocen y no creen en él.

Ese hombre muriendo, terminó su vida con estas palabras:

                     ¡PADRE... PERDÓNALOS... PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN!.

* Les dejo este historia, para reflexionar en esta semana santa, en que recordamos un año más... LA PASIÓN Y MUERTE, de nuestro señor JESUCRISTO.

Abrazos!.

Nuria Lourdes (Autora 08:29 a.m.)