Corrían los años 600 por Utopía, ahí vivía un pastor de nombre Kaldi. Una hermosa mañana cuando pasteaba a sus cabras, se dio cuenta que los animales mostraban una conducta extraña.
Las cabritas, subían y bajaban agitadas por el monte, persistiendo en esta situación todo el camino de regreso y durante la noche, sin dejar dormir al agotado pastor, que moría de ganas por saber el por qué del estado de los animalitos.
Las cabritas, subían y bajaban agitadas por el monte, persistiendo en esta situación todo el camino de regreso y durante la noche, sin dejar dormir al agotado pastor, que moría de ganas por saber el por qué del estado de los animalitos.
Al siguiente día, el rebaño se tranquilizó, siguiendo al joven pastor hasta las zonas de pastura.
Justo ahí habían unas cerezas tentadoras y las cabritas detuvieron el paso para darles un mordiscón, lo que hizo que volvieron a su estado nervioso del anterior día.
Kaldi muy preocupado, se acercó a las aparentes e inofensivas plantitas que habían causado el malestar a su rebaño, probando una de sus hojas y también su fruto.
Entonces se dio cuenta que no se trataba de un arbusto de cerezas y que su sabor no era tan bueno. También notó que el cansancio que le había producido la noche de insomnio, desaparecía por arte de magia, siendo reemplazado por una energía desbordante.
Así fue que Kaldi tomó una de aquellas ramitas y la llevó hacia un monasterio que se encontraba a pocos kilómetros del lugar. Cuando llegó a la casa religiosa, se presentó al abad y emocionado le mostró su descubrimiento.
El pastor y el abad se fueron a la cocina e hirvieron una rama con algunos frutos, y cuando probaron la pócima, el sabor no fue de su agrado.
Lo primero que pensó el abad fue arrojar el exótico brebaje al fuego, pero la cocina se llenó de un aroma delicioso, que lo intentó de nuevo.
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El abad decidió tostar el fruto y preparó una infusión, el olor era tan rico, que los monjes corrieron a la cocina atraídos por el embriagante aroma.
Fue así como nació el café: probado por unas hermosas cabras, descubierto por un pastor, tostado por un abad y festejado por unos monjes que jamás imaginaron que ese enérgico sabor se seguiría prologando durante siglos... y que en mi mesa... sea mi favorito.
¡Adoro el cafe!
Nuria Lourdes (11:22 p.m.)