¡EL ESPECTRO DEL RETRATO!... (Relatos de Terror)

Se escondió en el tronco ancho del viejo árbol y logró salvarse del hombre que amenazaba con matarla. Recogió una piedra grande y en un descuido del abusivo, se la lanzó, dejándolo casi frío... parecía muerto. La fuerza del lanzamiento le hizo perder el conocimiento.

Completamente asustada, corrió y se perdió entre los viejos árboles, que por el miedo, le parecían, monstruos sin rostro ni ojos... y siguió, sin mirar atrás.

A punto de tocar la puerta de aquella casa, la única que había en todo el lugar, sintió dos brazos apretándole el cuello, su lengua a punto de romperse y los ojos, casi saliéndose de sus órbitas.

Era él, el hombre misterioso que quería asesinarla.

Llevaba un pequeño sombrero negro, tenía tapada la boca y sólo dejaba ver su mirada perversa... entre el humo del cigarrillo.

En medio de la desesperación y luchando por su vida, logró sacarle el pañuelo que lo cubría. Asomándose una quijada esquelética y sonrisa maligna.

Cogió fuertemente el rosario que llevaba en el cuello y rezó tres ave maría y un padrenuestro.

-¡Ayúdame Jesús, que me muero!-

La dueña de casa, al escuchar los gritos, al fin abrió la puerta. Era una anciana, que por su aspecto bondadoso, le dio confianza, dejándola pasar.

Detrás del umbral, no había ni la sombra, de aquel espejismo fantasmal.

La senil mujer la invitó a sentarse, acercándose al fuego de la chimenea y justo cuando su joven visita iba también para calentarse las manos, observó un inmenso cuadro de un joven apuesto.

Lo miró detenidamente y se paró de un brinco, aquel retrato, era del horrible espectro con el que se había encontrado... no tenía duda alguna y aún con su gesto de dulzura, reconocía claramente, su gélida  mirada. Los mismos ojos, la misma cara.

-¡Es mi hijo señorita, seguro que te ha asustado!-, -¡No te preocupes, siempre busca venganza, porque fue cruelmente asesinado!, -¡Él necesita flores y unos cuantos rezos!-, después de eso, vuelve al descanso... olvidando el mal momento.

La respuesta inesperada de la anciana, la dejó anonadada y en medio de la noche, salió a su casa disparada... 

Al llegar el nuevo amanecer, se fue corriendo al mercado de flores. Compró el mejor ramo y de todos los colores.

Luego fue a ver al cura de la iglesia. Éste bendijo el ramo y acompañó a la joven hasta la tumba de aquella alma en pena... dejándole las flores y muchas oraciones.

En los siguientes días, ella volvió al camino, sintiendo paz y alivio... aquella ánima solitaria y vagabunda, no la asustaría jamás.

¡Por fin!...

¡Descansaba en paz!

Autora: Nuria Lourdes (11:30 p.m.)