Pedro estaba decidido a terminar con su esposa después de doce años de matrimonio y con una bella pequeña de ocho añitos. Estaba aburrido de llegar a casa todos los días y encontrar a su esposa atendiéndolo amorosamente, actuando como si nada malo pasara. Ya no podía más, la horrible situación tenía que terminar.
Él salía desde hace cuatro años con su secretaria, una hueca mujer que sólo estaba interesada en tener un buen puesto en su trabajo y quedarse a toda costa con él, ya que su situación económica como dueño y Gerente de la Empresa, era bastante solvente.
Sin embargo Pedro, a pesar de la bígama relación que llevaba, no se sentía nada felíz. ¿Cómo decirle a su abnegada mujer que ya no la amaba?
Cuando se conocieron, ambos estudiaban en la Universidad y en la misma facultad, estudiar Contabilidad era un sueño hecho realidad.
Cruzaron miradas, la chispa del amor los tocó como por arte de magia, quedando flechados y prometiéndose que al término de sus carreras irían rumbo al altar y... así fue. Más tarde tendrían a Sofía, una niña muy despierta e intuitiva. Alguna vez con su inocente vocecita le dijo a su papá:
|
¡PEDRO Y SILVANA! |
- Papito, amas mucho a mamá?, a veces siento como si tu cabecita estuviera en otra parte-. Pedro atónito, como si su hijita adivinara, se quedaba asombrado de su inteligencia, siempre dicen que los niños perciben todo lo que pasa a su alrededor.
Un buen día por fin el apesadumbrado hombre decidió decirle la verdad a su esposa. Sudaba frío, hasta le dio fiebre, pero si no era ahora, ya no tendría valor para hacerlo después.
- ¡Silvana tenemos que hablar! -,
- ¿Qué pasa mi amor? -
- Debo confesarte algo,... decir...te; que... ya... no.. te... amo y que... me voy de la casa -
Parece que Silvana recibió un puñal en el pecho, pero lo escuchó con valentía y paciencia... sus palabras fingían firmeza y dulcemente le preguntó:
- ¿Estás seguro? -, - ¿Quién es ella?, ¿La amas mucho? -
- No lo sé, pero me siento muy bien a su lado... Nuestro matrimonio se volvió una rutina, no mereces que te siga haciendo daño -
Ella se derrumbó y con lágrimas en los ojos le dijo:, - Está bien, lo comprendo. Sabes?, duele mucho, talvés no he sabido mantener la llama viva del amor, quizá preocupada con las cosas de la casa, nuestra hija, el trabajo... nos faltó tiempo para los dos. Pero yo... yo te sigo amando, siempre serás el amor de mi vida. Puedo pedirte un gran favor? -. Pedro con la incertidumbre de lo que ella le pediría le dijo que sí.
- No te vayas de la casa, acepto todo lo que tengas con ella, pero nuestra niña no tiene por qué sufrir, no debe saberlo. Hagamos como si fuéramos el matrimonio felíz de siempre y todos los días cuando llegues a casa tómame en tus brazos y llévame hasta nuestra cama como cuando recién nos casamos, no te pido más, tú puedes continuar con tu vida, yo no te molestaré -.
Pedro mudo y sorprendido ante lo que le pedía su esposa, así lo hizo y cada día que pasaba se dio cuenta que su esposa era el ser más bueno del mundo, la que siempre lo cuidaba y lo apoyaba en todos los momentos difíciles de su vida. Cada vez que la cargaba la notaba muy débil... lucía cansada y muy pálida.
- ¿Te sientes bien? -,
- Si Pedro, ... debe ser que estoy muy estresada, no te preocupes, ya sabes que es la enfermedad del siglo, a todos nos aqueja -
Tristemente Silvana se marchitaba como una florcita sin agua.
Después de un mes de continuar con la petición que le había pedido su esposa, Pedro sentía que la amaba más que nunca. La buena mujer jamás se quejaba y continuaba brindándole el mismo amor de siempre, mientras la pequeña Sofía, jugaba felíz por toda la casa al ver contentos a sus padres.
Pedro terminó la relación con su secretaria y la despidió al descubrir que sólo estaba tras su dinero. Se fue muy optimista a casa para invitar a cenar a su esposa y decirle lo mucho que la amaba.
Más cuando llegó, Silvana no salió a recibirlo como siempre y él preocupado se fue hasta la habitación para buscarla... ella estaba tendida en su cama, parecía dormida.
Entre sus manos tenía un hermoso cuadro con la foto del día de su matrimonio... Silvana... había fallecido... desde hace un tiempo se dio cuenta que estaba muy enferma pero justo cuando se lo iba a decir a Pedro, él había decidido terminar con su matrimonio.
Desencajado y al borde de la desesperación... lloró amargamente y comprendió que el amor verdadero, es el que entrega todo... y nunca... espera nada a cambio.
Autora: Nuria Lourdes (11:30 p.m.)