El armario donde acababa de encerrar a su muñeca era solitario y oscuro, no había un agujero donde entrara una pizca de luz.
El olor a madera era agradable y el armario era seguro a pesar de todo.
La muñeca se quedó allí, su cuerpecito de trapo era tan frágil que parecía una niña desvalida.
Bombas de guerra estallaban en la ciudad, destruyendo todo a su alrededor.
Una niña moría pensando en su muñeca, su amiga inseparable de mil y un juegos su muñequita de trapo.
El armario abrió sus puertas suavemente, estaba intacto, tal como lo dejó. Y ahí estaba su muñeca que se puso felíz al verla.
La tomó en sus brazos, ya no se escuchaba los lamentos y gritos de la guerra.
Al fin jugaría libre; el espíritu de la niña, la muñeca, y de testigo... El armario.
Autora: Nuria Lourdes Ruesta Zapata.
Hora: 1:01 a.m.