Cristina no pudo evitar el llanto al encontrar una carta... escrita a duras penas por el amor de su vida... él le decía, que todo había terminado. Aquellas líneas la dejaron con el corazón roto y sin esperanza.
Cuando Juan se enteró de su penosa enfermedad, decidió no decirle nada a Cristina, tal vez pensó que ella ya no le querría igual y que estaría a su lado sólo por lástima. No se dio cuenta de su grave error.
Ella rompió la carta desesperada y corrió en busca de Juan, no se daría por vencida y lo encontraría a como diera lugar... siempre decidida a todo, lo buscó incansablemente por las frías calles de una Francia aglomerada de gente y algo insegura.
Su búsqueda no dio resultado... cansada llegó a casa y se dejó caer en el cómodo sillón que Juan le había regalado, amaba su olor y sentía que él la cobijaba.
De pronto escuchó un quejido y se acercó sigilosamente para ver de dónde venía... él estaba ahí, en la habitación de ambos, tiritando de frío y volando en fiebre... el corazón de Cristina volvió a latir, esta vez de alegría, Juan había regresado y lo cuidaría con todo el amor del mundo.
Él la miró con aquellos ojos tiernos que la cautivaron desde el primer momento y en silencio le dijo cuánto la amaba... ella comprendiendo su enfermedad, le tomó las manos suavemente y le susurró al oído: -¡Tranquilo mi vida... te amo... nuestro amor es infinito... estoy contigo... no temas!-, y así se quedó dormido.
Cuando Juan despertó, se dio cuenta que Cristina dormía junto a él, bella y atenta como siempre... la abrazó dulcemente y pudo sentir que el amor lo puede todo... el nuevo amanecer y con un sol brillante, anunciaba que Juan tenía una oportunidad más para demostrárselo... siempre juntos, siempre enamorados.
Autora: Nuria Lourdes (8:11 a.m.)